domingo, 16 de febrero de 2014

Fotofobia

Imagen tomada de aquí

Desde que tapiamos las ventanas Elisa duerme mucho mejor.  A veces nos preocupa que se pierda algo, que sólo bucee en esa siesta mansa y callada, en lugar de zamparse dos magdalenas de chocolate y un helado en cualquier fiesta infantil.

Pero la oscuridad, es evidente, ha hecho milagros como terapia.  Ya no despierta a los vecinos con sus gritos, no balbucea ni parece mirar a través de la pared.  No intenta saltar.  Cuando me siento en su cama, me contesta obediente y se arropa de nuevo para volver a la calma oscura del sueño.  Me deja asearla en la penumbra y come despacio, masticando las cinco veces cada bocado.  Su piel es cada día más clara, aún más hermosa que entonces.  Perfecta.  Algunas veces sonríe al vacío y deseo, con mucha fuerza, que por fin sea nuestra, que ya los haya olvidado.